sábado, 2 de marzo de 2013

UNA ETAPA EN LA VIDA


Hoy, antes del alba, subí a la colina, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: Cuando conozcamos todos esos mundos, el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esas alturas sólo para seguir adelante.
WALT WHITMAN 

En este mundo revuelto en el que nos ha tocado vivir, si comparamos nuestro paseo por la vida, con una carrera ciclista vemos que está lleno de etapas.
Las cuales tenemos que recorrer, en las etapas hay subidas, puertos de montaña donde hay que hacer mucho esfuerzo, darle fuerte a los pedales para llegar a la cumbre, otras veces el camino es más llano y con poco esfuerzo sigues rodando por el camino y otras son bajadas que te dejas llevar por la inercia cogiendo una velocidad vertiginosa, a veces pinchas una rueda y te tienes que parar para cambiarla, otras te caes al suelo y te levantas, pero cuando llegamos a la meta a veces llegamos primeros, segundos, terceros....y otras con el grupo, no importa saber el orden en que llegas al final de la etapa, lo importante es cómo te sientes cuando has llegado al final de esa etapa.
Sentirte satisfecho de haber entregado todo lo que podías dar, sentirte orgulloso de haber ayudado a los compañeros que tenías a tu lado.
Cuando termina la etapa, medita y analiza los errores que hayas cometido, aprende de ellos, piensa en aquella subida que no te levantaste del sillín, piensa en aquella curva que tenías que haber arriesgado más y haberla tomado más abierta, o en aquella bajada que merecía más moderación.
Y al día siguiente, cuando amanece el nuevo día tienes que empezar la siguiente etapa, con toda la ilusión, con todo el ímpetu para seguir dando lo mejor de ti, que es la excelencia.

EL GUERRERO DE LA LUZ

Para mi amigo Mario, que su nueva etapa que comienza ahora, esté llena de salud, alegría y felicidad. 

viernes, 1 de marzo de 2013

LA ELECCIÓN DE SER LIBRE

Para aprender a guiar, primero es preciso saber seguir y para poder instruir, primero es preciso aprender.

Para ser un maestro no se tiene que ser perfecto, porque nadie es perfecto.
Si quieres saber una cosa, estúdiala  si quieres conocer una cosa, practícala, si quieres dominar una cosa, enséñala.
En la enseñanza encontraremos el equilibrio de nuestro proceso interno y nos sentiremos bien, porque es de la única manera que podemos ir asentando en nuestro interior, la seguridad de lo que queremos transmitir, de aquello que queramos dar a los demás.
La repetición continua de las lecciones, se convertirá en dominio para nosotros mismos y las vibraciones resultantes serán las que plantarán la simiente para que germine nuestra seguridad y nuestra firmeza interior.
No quiere decir que, necesariamente, tengamos que colocamos delante de
una pizarra, estar en un aula, pero sí que hemos de abrimos, dar a los demás, compartir lo que sepamos, poder orientar, guiar y enseñar lo que beneficie y enriquezca el camino a otra persona.

La elección de ser libre – Trascendencia versus libre albedrío.
Mediante el uso de la mente, el ser humano es potencialmente capaz de mitigar o trascender los acontecimientos predeterminados.
Para cualquier persona es siempre posible elegir el modo en que va a reaccionar ante cualquier acontecimiento predeterminado  por las fuerzas kármicas o astrológicas.
Quien se deja envolver por las circunstancias pasa a formar parte del problema.
Sin embargo,  si nos observamos a nosotros mismos y actuamos con integridad y compasión, tendremos la capacidad de dotar de connotaciones positivas a un suceso desagradable en el mismo momento que sucede.
Trascender significa superar una situación y comenzar todo de nuevo.
Nosotros los seres humanos,  somos animales lingüísticos y por ello, tenemos la  capacidad de trascender cualquier instante de nuestra existencia.
Si el libre albedrío no posibilitase esa trascendencia, sería incoherente, una vileza cósmica.

Es más fácil que el camello pase por el ojo de una aguja que el rico entre en el reino de Dios.

Hace miles de años, en la ciudad de Jerusalén, existía una ley que prohibía después de la puesta de sol, la entrada de los camellos que iban cargados.
Para garantizar el cumplimiento de esa ley, de noche solo permanecían abiertos los portales pequeños y los más bajos, llamados ojos de aguja.
Los camellos sólo conseguían pasar por esos portales de rodillas.
Si estaban cargados no podían arrodillarse para pasar por el ojo de la aguja.
Tenían que dejar la carga en lado de fuera.
De la misma manera que nosotros tenemos que dejar aquí en este mundo los bienes materiales cuando abandonamos esta vida.
Dale la importancia justa a los bienes materiales porque a donde te diriges no te vas a llevar nada.
El Guerrero de la Luz